1. LA AFECTIVIDAD.
1.1. CARACTERÍSTICAS GENERALES.
La vida psíquica de los individuos incluye numerosas funciones que se distinguen de las puramente intelectuales aunque a veces puedan presentarse asociadas a ellas. De hecho, las últimas investigaciones neurológicas han descubierto vínculos entre ciertas facultades intelectuales y emotivas. El conjunto de funciones psíquicas que el lenguaje coloquial asocia al corazón es el responsable de la llamada vida afectiva. Se expresa con el término genérico de afectividad el conjunto de emociones, sentimientos y pasiones que los sujetos experimentan interiormente ante los sucesos o pensamientos que acaecen durante la vida.
Los afectos se caracterizan por una serie de rasgos generales comunes: • Son de naturaleza subjetiva, puesto que se viven personal e intransferiblemente. Por ese motivo resulta difícil comunicarlos a los demás. Todos poseemos la experiencia de lo complicado que resulta, a veces, expresar verbalmente las emociones, siendo más fácil su transmisión gestual (llanto, risa, contactos corporales, etc.). • Los afectos oscilan generalmente entre dos polos opuestos. Según su naturaleza, pueden moverse entre la alegría y la pena, la atracción y el rechazo, o el placer y el displacer. • Su manifestación externa se plasma en el estado de ánimo de un individuo, que vendría a ser como la estructura general donde se integra la totalidad de los afectos. Así, por ejemplo si en un momento concreto de su vida el afecto dominante en un sujeto es el amor, su estado de ánimo reflejará alegría, optimismo y entusiasmo. Si, al contrario, el amor no es correspondido, mostrará decaimiento, pesimismo y melancolía. • Casi todos los sucesos provocan una respuesta afectiva en los seres humanos. A diferencia de otras funciones psíquicas que son vividas menos personalmente, los afectos suelen deja profundas huellas en el psiquismo, puesto que su incidencia sobre la vida cotidiana es determinante. Así se explica que los afectos positivos perduren en la memoria, siendo difícil su olvido. En cambio, los que provocaron frustración en su origen tienden a relegarse al inconsciente o a sufrir grandes modificaciones por la acción de los mecanismos de defensa.
En suma, y en palabras del psiquiatra J. M. Uncal, el afecto determina la actitud general; ya sea de rechazo; de aceptación; de huida; de lucha o de indiferencia ante una persona; un acontecimiento o una idea. En los seres humanos, pues, los afectos condicionan sus relaciones interpersonales, ya que siguiendo su dictado establecemos relaciones de amistad, simpatía, desapego u hostilidad con las personas que nos rodean.
1.2. EMOCIONES, SENTIMIENTOS Y PASIONES.
Según Bleuler, hay que distinguir en el acontecer afectivo tres reacciones posibles: emoción, sentimiento y pasión. No resulta fácil establecer las diferencias fundamentales entre ellas, puesto que cada autor usa uno u otro término según variaciones tales como el grado o la intensidad de la reacción, sus vínculos con ciertas alteraciones fisiológicas del organismo o la duración del estado emocional psíquico. En la Psicología anglosajona es frecuente utilizar como sinónimos los términos emoción y sentimiento. Sin embargo, la mayoría de psicólogos distingue, aunque a veces no con una precisión extrema, entre los tres términos.
La palabra emoción proviene del vocablo latino emovere; que significa "sacudir" o "agitar". Designa un estado afectivo que se caracteriza por ir acompañado de ciertas alteraciones corporales. Así, la agitación emotiva se sigue de numerosas manifestaciones físicas que comunican a los demás el estado afectivo del sujeto. Por ejemplo, ante la emoción de vergüenza, el organismo reacciona con el rubor; ante la desconfianza, fruncimos el ceño; etc.
El psicólogo gestaltista Kofka señaló cuatro vivencias que corresponderían a las emociones primarias de todos los seres humanos. Cada una de ellas iría acompañada de un movimiento característico con respecto al objeto de la emoción:
«LOS GESTOS EMOTIVOS. Casi todas las emociones se acompañan de gestos que las delatan: fruncimos la frente cuando nos enfadamos, por ejemplo. Para comprobar si estos gestos obedecían a aprendizajes sociales, se hicieron pruebas con niños ciegos y sordos. Se comprobó que gesticulaban de manera similar a otros niños con sus sistemas perceptivos completos. Así mismo, los antropólogos han puesto de relieve que en todas las culturas se repiten los mismos gestos emotivos, independientemente de sus tradiciones y de su desarrollo técnico.»
La emoción se distingue del sentimiento en que la primera es una reacción afectiva breve e intensa, mientras que el segundo se caracteriza por perdurar mayormente en el tiempo, con lo cual su intensidad es menor aunque más prolongada. A diferencia de la emoción, el sentimiento no se acompaña de cambios corporales tan acusados. Resulta muy difícil proporcionar una definición de sentimiento aceptada por todos los autores. Algunos, incluso, han llegado a decir que el sentimiento no puede definirse, sino tan sólo experimentarse y, a lo sumo, describirse. En general, el término sentimiento designa una tendencia afectiva hacia objetos o personas del mundo exterior (aunque también existen sentimientos sobre uno mismo, como el amor propio) que oscila entre reacciones de placer o displacer.
Lersch distingue tres tipos diferentes de sentimientos: a) Vitales: placer, dolor, alegría, tristeza, aburrimiento, admiración, etc. b) Individuales o del yo: egoísmo, altruismo, supervivencia, venganza, etc. c) Transitivos o sociales: éticos, espirituales, etc.
Otras clasificaciones establecen dos grandes grupos de sentimientos: los sensuales y los intelectuales. Los primeros estarían relacionados con los deseos y necesidades instintivas u orgánicas mientras que los segundos serían frutos del llamado mundo espiritual. Dentro de cada grupo, se establecen numerosas subdivisiones, así, por ejemplo, entre los segundos se pueden distinguir varias clases: religiosos, estéticos, morales, filantrópicos, etc.
«LAS PASIONES Y LAS LEYES. Un sujeto apasionado es incapaz de controlar, en numerosas ocasiones, sus propios actos puesto que la pasión nubla su mente, como suele decirse en lenguaje coloquial. Esa imposibilidad de racionalizar su conducta ante la presencia del objeto que provoca en él la pasión es contemplada en los códigos penales. Por ejemplo, si se comete un asesinato con premeditación y a sangre fría, la pena carcelaria será mayor que si es ejecutado bajo los efectos del apasionamiento. Se reconoce así la alteración de la realidad y la incapacidad de control que sufre un individuo cuando se halla bajo los efectos de una pasión intensa.»
Las pasiones se diferencian de los dos estados anteriores por su grado de intensidad y la dependencia de la voluntad respecto a ellas. Son tendencias afectivas que se viven desgarradoramente, de tal manera que el individuo se siente arrastrado por ellas aunque pretenda impedir sus efectos. Por tanto, poseen tan alta intensidad que no pueden ser controladas racionalmente. En cierta medida, el sujeto que sufre una pasión pierde parte de su libertad individual, puesto que la voluntad apenas puede modificar los comportamientos apasionados. Así, por ejemplo, un amor o un odio desmedidos terminan por convertirse en pasiones si la voluntad no consigue imponer un cierto control racional sobre esas conductas afectivas.
A veces, producen alteraciones psicológicas importantes, ya que el individuo tiende a percibir la realidad según la pasión que experimenta. De esa forma, se produce una deformación ideológica, ya que todo aquello relacionado con el objeto pasional se sobrevalora, mientras que lo está en contra se vive con rechazo o desinteresadamente. En casos graves, las pasiones no controladas pueden originar importantes trastornos de conducta. La literatura y el arte han retratado admirablemente las pasiones, tanto aquellas que pueden considerarse nobles como aquellas otras que se viven dramáticamente y que muchas veces conducen al desequilibrio psíquico. Como hemos visto, pues, no resulta sencillo establecer los límites precisos que separan unos estados afectivos de otros. El lenguaje tampoco suele proporcionar una nítida distinción en este terreno; una misma palabra designa estados emocionales, sentimentales o pasionales según sea su uso y su contexto. Por ejemplo, el vocablo amor puede estar referido a vivencias apasionadas, emotivas o sentimentales según la intensidad, duración y grado de control racional que sobre ella ejerza nuestro cerebro.
1.3. TRASTORNOS DE LA AFECTIVIDAD.
Todos sabemos por experiencia propia que no resulta fácil el control de las emociones. En nuestra vida cotidiana, la afectividad ocupa un importante lugar por cuanto nuestra relación con el mundo físico y con la sociedad está impregnada de afectividad positiva o negativa. Las causas por las que ciertas personas u objetos nos producen atracción o repulsión obedecen a factores tanto genéticos como ambientales. Así, cierto sentimiento de miedo puede ser provocado por una causa innata relacionada con el instinto de supervivencia o, al contrario, por una experiencia personal que nos dejó profunda huella y que condiciona nuestras respuestas temerosas cuando aparece de nuevo el estímulo que las desencadenó en su origen.
«El PSICÓPATA INDIFERENTE. La psiquiatra María Dueñas describe así la indiferencia emotiva del psicópata: Es el prototipo de la personalidad sin afectos y entra dentro del campo de la patología psiquiátrica. K. Schneider los define como personas que sufren y que hacen sufrir, aunque hoy se admite más que hacen sufrir sin inmutarse por las consecuencias de su conducta. Presentan una pobreza general de reacciones afectivas; los actos que comenten no les producen nerviosismo, ansiedad, pena, vergüenza, culpabilidad ni ningún otro tipo de sentimiento que la persona normal experimentaría en las mismas circunstancias. Presentan una carencia de emociones, no están ansiosos ni tristes, no lloran ni demuestran alegría ni tampoco sufren los correlatos somáticos de esas emociones, como la palidez, el rubor, el temblor, el sudor...»
Numerosos trastornos conductuales y psíquicos tienen su causa en una inapropiada vivencia de los afectos. Entendemos por estabilidad afectiva el equilibrio que muestra un sujeto entre su disposición psíquica y su conducta afectiva externa sin que se produzcan disfunciones entre ellas. Una persona emotivamente estable disfruta de un alto nivel de autoconfianza y, por regla general, muestra conductas de socialización, integrándose plenamente en la convivencia grupal. Sin embargo, muchos trastornos conductuales se hallan relacionados con la vida afectiva. Algunos de los más importantes son:
• Indiferencia emocional: cuando se producen respuestas débiles ante estímulos emotivos. En casos extremos, como en ciertos tipos de psicosis, el sujeto es incapaz de emocionarse ante actos terribles o cargados de afectividad. Este estado se define por una inhibición de los afectos, las personas que lo padecen se muestran distantes y sin sentimientos, no emocionándose ni ante los acontecimientos externos ni ante las circunstancias dolorosas o placenteras de las personas que les rodean. Muchos de ellos circunscriben su vida afectiva al ámbito exclusivo del amor propio. En general, muestran actitudes de desprecio y rechazo social. Algunos psiquiatras han señalado que la indiferencia emocional puede desembocar en conductas sexuales sádicas. • Dependencia afectiva: se produce cuando una persona muestra ansias incontrolables por querer y ser querido. Se distingue del estado normal en que dicha persona lleva hasta el paroxismo ese deseo legítimo y natural. Puesto que se siente insegura, sufre crisis de angustia y miedo irracional ante el temor (muchas veces puramente fantasioso) de perder el afecto de las personas que la rodean. Los celos o la obsesión por acaparar todos los afectos de la pareja son reacciones típicas de los dependientes afectivos. Este estado puede alcanzar cotas patológicas si escapa a un control racional. Entre los síntomas de ciertas neurosis o psicosis se hallan fenómenos relacionados con la dependencia afectiva. • Trastornos maníaco-depresivos: se caracterizan por una alternancia cíclica entre fases de hiperactividad mental y periodos depresivos. Los individuos que los padecen pasan de un estado afectivo a su contrario en cortos espacios de tiempo. • Descontrol emotivo: caracterizado por una desproporción entre la respuesta emotiva del sujeto y el estímulo causante de la misma. Puede manifestarse bajo dos formas: o bien se da una respuesta intensa ante un estímulo insignificante, o, por el contrario, apenas se reacciona afectivamente ante hechos trascendentales. En el primer caso, estarían las personas que se emocionan fácilmente, no pudiendo evitar las crisis de llanto o de alegría. Los efectos de algunas drogas (el alcohol, sobre todo), la senilidad o la excesiva sensiblería potencian reacciones de este tipo. En el segundo caso, nos hallaríamos ante personas cercanas a la indiferencia emocional.
Si conductas de este tipo se suceden cotidianamente, pueden desembocar en graves trastornos de conducta. Si, en cambio, ocurren en raras ocasiones, pueden ser debidas a causas puramente circunstanciales.
2. EMOCIONES E INTELIGENCIA.
En los últimos años, se han publicado en EEUU varios libros sobre los nexos entre la inteligencia y la emoción. Tales textos no sólo han provocado un cambio en las investigaciones sobre procesos intelectuales, sino que, incluso, han obtenido un gran éxito de ventas. Así, el publicado por A. R. Damasio: El error de Descartes. Emoción/razón y cerebro humano, o el más reciente de D. Goleman, Inteligencia emocional. En síntesis, estos autores mantienen que la emoción es uno de los componentes esenciales de la inteligencia humana.
Como es sabido, el Cociente Intelectual se calcula a partir de baterías de tests que miden ciertas capacidades y destrezas intelectuales. Las pruebas psicométricas están orientadas básicamente a la cuantificación de habilidades verbales, lógico-matemáticas, perceptivas y de rapidez en el procesamiento de la información y en la respuesta emitida. Numerosos autores han cuestionado este tipo de pruebas, argumentado que sólo poseen utilidad en cuanto a la medición de capacidades académicas y laborales de un individuo. En cambio, no tienen en cuenta otros factores relacionados con los procesos intelectuales, ni tampoco contemplan la posibilidad de otros tipos de inteligencia que no sean los puramente académicos.
Diversos experimentos psicológicos, llevados a cabo recientemente, han puesto de relieve que la inteligencia humana es algo más complejo que aquello que miden los tests. Así, individuos que habían obtenido grandes éxitos en sus vidas profesionales y en sus relaciones afectivas alcanzaban pobres resultados en la cuantificación de su Cl. Las pruebas a las que fueron sometidos en condiciones de laboratorio revelaron que estos individuos mostraban grandes capacidades para la adaptación individual y social, llevando a cabo un adecuado control de situaciones difíciles donde había que tomar decisiones importantes en un plazo limitado de tiempo, además de improvisar estrategias apropiadas para la tarea profesional encomendada. Por contra, otros individuos con mejor Cl. fracasaban (o, cuanto menos, obtenían peores puntuaciones) en este tipo de pruebas.
Los psicólogos comprobaron que los primeros poseían una inteligencia más intuitiva, estrechamente vinculada con reacciones emotivas, mientras que los segundos tendían a reprimir sus propias emociones y sentimientos en favor de un análisis exclusivamente racional de la situación. Las conclusiones de los estudios afirmaron la importancia de la Inteligencia emocional (término acuñado, en 1990, por P. Salovey y J. Mayer, aunque otros autores prefieren denominarla Inteligencia práctica) en el conjunto de nuestros procesos intelectuales.
El neurólogo A.R. Damasio cree que el olvido de la emoción en el estudio de la inteligencia es achacable al pensamiento filosófico. Ya desde Platón, la metafísica separó la racionalidad del sentimiento. Pero sería Descartes el verdadero artífice de la escisión, al desvincular la conciencia del cuerpo, es decir, de sus mecanismos fisiológicos. Ese error, según Damasio, ha pervivido en las investigaciones psicológicas sobre la inteligencia hasta nuestros días. Este autor argumenta que individuos que sufrieron lesiones en ciertas zonas cerebrales no sólo perdieron la capacidad de razonar, sino también la de sentir normalmente la emoción. Según él, mientras que estos individuos pueden adquirir nuevos aprendizajes para interpretar lógicamente el mundo, no sucede lo mismo con sus facultades emotivas. Tal vez, el ejemplo más dramático sea el de ciertos psicóticos que han ejecutado actos horribles (crímenes, violaciones, etc.), sin que pueda decirse que hayan perdido la lucidez lógica y racional. En cambio, sus reacciones emotivas han desaparecido por completo: ante la visión de sus actos son incapaces de sentir emoción alguna. Según Damasio, lo que sucede es que los mecanismos emotivos no actúan sobre los procesos intelectuales como sucede con el resto de las personas. Concluye afirmando que, sin el soporte de la emoción, la inteligencia racional es incapaz de funcionar correctamente.
3. LA MOTIVACIÓN.
3.1. DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICAS GENERALES.
Los motivos son, según la definición tradicional, los impulsos que mueven a un sujeto a la ejecución de determinada conducta con el fin de satisfacer alguna necesidad fisiológica o psíquica. Así, cuando actúan sobre un individuo, decimos que su conducta está motivada; en cambio, si en un momento determinado no ejercen influencia sobre él, o bien el sujeto no actuará, o, si lo hace, su conducta estará desmotivada y le resultarán indiferentes las consecuencias de su acción. De manera amplia, podemos decir que los motivos se hallan vinculados al placer (conductas de atracción) o al dolor (actos de huida o repulsión).
En los seres humanos podemos distinguir dos grandes grupos de motivos según su origen: unos, de carácter innato, que se asocian a las necesidades fisiológicas; y otros, de origen ambiental, que han sido adquiridos en el proceso de socialización de los individuos.
Es clásica la distinción de Hull entre impulsos primarios (los unidos a las necesidades esenciales para la supervivencia del individuo) y secundarios (los motivos debidos al aprendizaje social y cuya insatisfacción no afecta a la supervivencia, aunque sí al estado emocional del individuo). Dentro de los primeros se encontrarían el hambre, la atracción sexual, la agresividad como respuesta de supervivencia, etc. Dentro de los segundos, la necesidad de autoestima, el deseo de conocimiento, el amor, etc. Por regla general, los motivos sociales o secundarios no impulsan la conducta de los individuos si antes no se encuentran cubiertas sus necesidades primarias. Por ejemplo, si una persona no dispone de alimento para calmar su hambre, dedicará todos sus esfuerzos a ello, abandonando otras conductas por muy motivadoras que sean socialmente. De todas formas, en los seres humanos no siempre sucede así, ya que muchas veces sobreponemos una conducta social a otra instintiva. Así, algunos presos irlandeses del IRA culminaron una huelga de hambre hasta la muerte para solicitar que se les considerase presos políticos' y no comunes. Otras muchas personas pasan hambre y penurias materiales por defender ideales humanitarios o de solidaridad, etc.
3.2. TEORÍAS SOBRE LA MOTIVACIÓN.
Desde los tiempos remotos de la filosofía griega existieron teorías sobre las causas y génesis de la motivación. Pero todas ellas se basaban en hipótesis pseudo científicas, ya que aún no se había desarrollado una concepción general sobre el método científico tal y como se entiende en la actualidad. Con la aparición de la Psicología como disciplina autónoma, se intentó abordar el problema desde una perspectiva científica. Sin embargo, y como sucede en otros ámbitos psicológicos, cada Escuela ha procurado explicar la motivación desde sus supuestos teóricos generales. Esa actitud ha dado lugar a una proliferación de teorías diversas, sin que exista aún una concepción unánimemente aceptada por los diversos enfoques. A continuación, repasamos algunas de las más significativas:
• Teoría del equilibrio: también conocida por el nombre de teoría homeostática. Su creador fue C. L. Hull. Según él, cuando el organismo sufre alguna carencia, aparece una necesidad biológica o psíquica. Los impulsos actúan entonces para reestablecer el equilibrio interno, buscando la satisfacción de esa necesidad. Si se alcanza ésta, la tensión desaparece y el organismo retorna a su estado inicial, calmándose así la tensión desequilibradora. Por tanto, los motivos serían instrumentos mediante los cuales el organismo solventa sus necesidades y alcanza la estabilidad u homeostasis. Los críticos con esta concepción han señalado que el ser humano no actúa siempre motivado por necesidades biológicas, sino que, en muchas ocasiones, su conducta obedece a otro tipo de motivos secundarios, no relacionados directamente con los impulsos biológicos. • Teoría de las necesidades: formulada originariamente por H.A. Murray, según la cual la motivación se activa como respuesta a las necesidades del individuo. A diferencia de Hull, Murray destaca la importancia de las necesidades secundarias o psicógenas en la conducta de los seres humanos. Es decir, cada individuo jerarquiza sus necesidades atendiendo a intereses o deseos específicos. Para él, el afán de éxito es el motivo principal de nuestra conducta. Creó el concepto motivación de logro para designar el impulso que muestran los seres humanos por vencer los obstáculos y ejecutar sus tareas de la manera más pertinente posible. Ese afán por culminar el éxito o logro de sus necesidades sería el motor de la conducta humana. • Teorías conductistas: según esta Escuela, la motivación viene determinada por la búsqueda del placer (alimentario, sexual, etc.) y la huida del dolor o sufrimiento causado por una carencia de los elementos anteriores. La conducta humana, además, tiene una motivación social añadida: se buscan aquellas conductas que sean reforzadas socialmente, inhibiéndose en cambio los actos que no gozan de aprobación general dentro de la comunidad donde se vive. Sin embargo, cuando un individuo voluntariamente busca provocar un rechazo social, su conducta estará motivada por algún tipo de aprendizaje anterior que le hace comportarse de dicha manera, ya que encuentra placer o un incentivo psicológico en esa actitud no convencional. • Teorías psicoanalíticas: afirman que nuestra conducta se encuentra motivada por los impulsos inconscientes. Como se recordará, éstos son de dos tipos: instintos sexuales e instintos agresivos.
• Teorías constructivistas: integran la motivación dentro de su concepción general sobre los procesos cognitivos. La más conocida es la de Tolman. Según él, la motivación impulsa la conducta hacia la culminación de las expectativas y metas que cada sujeto se ha trazado como consecuencia de sus aprendizajes anteriores.
• Teorías humanistas: consideran que los motivos vienen determinados por las tendencias a la autorrealización personal que manifiestan los seres humanos. Abraham Maslow estudió especialmente la motivación humana. Según su teoría, existe una disposición innata hacia el desarrollo de la maduración personal. Jerarquizó las motivaciones en seis niveles diferentes. El más bajo está constituido por las necesidades fisiológicas, mientras que la cúspide es la autorrealización personal, la cual consiste en haber desarrollado con total plenitud las potencialidades inherentes a cada ser humano. Gráficamente reflejó esa jerarquía de motivos mediante su famoso triángulo.
«SOCIEDAD DE CONSUMO Y FRUSTRACIÓN. La publicidad, el consumo irracional y los medios de comunicación -sobre todo cuando reflejan el éxito profesional y sexual de los famosos- generan frustración en muchas personas que, debido a sus carencias económicas, no tienen acceso al nivel de vida que contemplan a su alrededor. En individuos inestables o marginados esa frustración provoca a menudo reacciones violentas. Numerosos estudios han destacado la relación existente entre la frustración social y muchas conductas marginales o delictivas.»
No todos los seres humanos, sin embargo, consiguen alcanzar una vida plena y feliz, ya que muchos se quedan anclados en niveles inferiores por culpa de la presión social o de la incapacidad para comprender el sentido último de la existencia. De esa manera, tales personas interrumpen su maduración y su crecimiento psicológico, llevando una vida insatisfecha o, cuanto menos, no colmada plenamente.
3.3. LA FRUSTRACIÓN.
Es la insatisfacción provocada por no haber podido culminar un deseo o un impulso. Las causas pueden ser tanto internas (por ejemplo, la represión personal de nuestros propios instintos) como externas (obstáculos sociales o físicos que nos impiden alcanzar las metas u objetivos propuestos). Los psicólogos han señalado la íntima relación existente entre actos frustrados y agresividad. Según una tesis clásica, la conducta violenta sería el resultado de situaciones adversas que llevan aparejadas frustraciones personales, de tal manera que el individuo reacciona violentamente contra sí mismo o contra el medio. Sin embargo, otros psicólogos han criticado esta tesis, enumerando hechos experimentales que parecen demostrar el carácter instintivo y reflejo de la agresividad tanto en las especies animales como en el ser humano. Según ellos, la frustración incrementa la probabilidad de una conducta agresiva, aunque no es la causa originaria de la misma.
4. LA SEXUALIDAD.
4.1. MOTIVACIÓN SEXUAL.
Desde un punto de vista evolutivo, la sexualidad es el mecanismo por el que se asegura la perpetuación de los genes individuales y de la propia especie. Por eso, el impulso sexual es instintivo o, cuanto menos, de carácter innato y reflejo. Mientras que casi todas las especies animales ejecutan automáticamente la conducta sexual, y se aparean siempre que aparece el impulso si no existen condiciones adversas que lo impidan, el ser humano, debido a que se halla sometido actualmente a una selección cultural y no puramente natural, puede controlar y reprimir la satisfacción del instinto sexual aunque todas las condiciones le sean favorables. Lo que no puede evitar, sin embargo, es el propio impulso sexual, ya que aparecerá cíclicamente o ante situaciones que actúan como estimulación del mismo.
Las conductas sexuales de la distintas especies han ido seleccionándose y fijándose, a lo largo de los milenios, mediante leyes evolutivas. De esa manera, están asociadas al placer y a estímulos ambientales reforzadores, puesto que así se incrementa la posibilidad de repetición, lo que a largo plazo garantiza la supervivencia de los genes. De igual forma, las respuestas sexuales se encuentran fijadas hereditariamente en los organismos; así, numerosos experimentos realizados con variadas especies han demostrado que la conducta sexual se dispara sin necesidad de un aprendizaje previo. Animales criados en situación de aislamiento desde el mismo instante de nacer, ya los que se les presentó un compañero/a cuando ya habían alcanzado la madurez orgánica, respondieron instintivamente con acciones de cortejo sexual.
En nuestra especie, la sexualidad juega un papel preponderante dentro del comportamiento biológico y psíquico. Es uno de los motivos que mayormente impulsan nuestra conducta. Algunos autores, como Freud por ejemplo, interpretaron los actos humanos desde un pansexualismo. Para el psicoanálisis, el deseo sexual (ya sea satisfecho o reprimido) se constituye como el principio motivador más importante de nuestra conducta. Aunque las demás Escuelas psicológicas limitaron la influencia de la sexualidad en nuestros actos, todas ellas la siguen considerando primordial para explicar y comprender la vida psíquica.
4.2. CONDUCTA SEXUAL.
A lo largo de la Historia, el papel y la función de la sexualidad han sido debatidos en medio de grandes polémicas científicas, médicas y teológicas. Desde las religiones, que la consideran pecaminosa si no va orientada exclusivamente a la reproducción, hasta aquellas otras concepciones que hacen del amor libre su bandera ideológica, los enfoques e ideas sobre la sexualidad recorren todo el amplio abanico de posibilidades. El debate sobre la sexualidad continúa vigente hoy día, aunque la tolerancia y permisividad sexual hayan aumentado notablemente en las sociedades occidentales. Sin embargo, no es este el lugar más adecuado para revisar tales cuestiones socio-ideológicas, aun cuando su interés y discusión sean de gran importancia.
La conducta sexual de los seres humanos viene determinada por una serie de factores. Veamos algunos de ellos:
A) BIOLÓGICOS: • Sexo biológico: se genera a partir del código genético heredado de los progenitores. Puesto que las mujeres poseen cromosomas XX: y los hombres XY, serán esas combinaciones las que determinen el sexo biológico de un individuo. Éste es el resultado de acciones hormonales durante la vida prenatal, ya que originariamente los fetos son de naturaleza femenina. Si existe una alta secreción de hormonas masculinizantes, el feto se determinará como varón; si no sucede así, como hembra. • Identidad sexual: no debe confundirse con el sexo biológico, puesto que, aunque suelen coincidir mayoritariamente, existen numerosos casos donde no se produce tal correspondencia. La identidad sexual es el papel de masculinidad o femineidad mediante el que cada persona siente sus tendencias sexuales a lo largo de su vida. Son corrientes ciertos casos donde personas de sexo masculino viven su sexualidad como femenina y viceversa. Aunque durante muchos años se ha creído que esa inversión de papeles era provocada por factores ambientales y educativos, hoy día se sabe que en ella intervienen ciertos procesos hormonales que condicionan los papeles subjetivos de la sexualidad, aunque simultáneamente también inciden en ella aspectos educativos.
B) EDUCACIONALES: • Influencia familiar: no existe duda sobre la importancia de la educación en los futuros papeles sexuales de las personas. Muchos comportamientos futuros están determinados por la diferente educación que reciben los niños y las niñas en el entorno familiar y social en el que se mueven. Aunque algunas teorías recientes han señalado una cierta influencia genética en los papeles sexuales de niños y niñas, el ambiente familiar contribuye a fomentar esas diferencias mediante el refuerzo de conductas masculinas o femeninas en los juegos, actitudes, relaciones personales… • Influencias culturales y religiosas: la sexualidad de las personas se halla altamente condicionada por las ideologías dominantes en la sociedad y cultura a las que se pertenece. Durante la infancia se interiorizan una serie de ideas morales y culturales sobre el papel y función de la sexualidad, sobre las normas que deben regular su desarrollo, sobre aquellos comportamientos sexuales que son los dominantes y los bien vistos en sociedad, etc. Todo este conjunto de ideas, interiorizado por el niño, servirá como guía en su futura vida sexual. En numerosísimas ocasiones, sin embargo, se produce un conflicto entre los deseos sexuales de la persona y las normas de la moral o religión imperantes en su sociedad. El conflicto entre los impulsos y la moralidad es fuente habitual de trastornos físicos o psíquicos. Sin embargo, las ideologías sociales van cambiando con los avances científicos y filosóficos, emergiendo nuevos puntos de vista sobre la sexualidad; así, se aceptan como normales, o por lo menos como lícitas moral y humanamente, conductas que habían sido consideradas patológicas o indeseables en tiempos pasados, tal y como hoy sucede en el mundo occidental con la homosexualidad. De la misma manera, durante siglos, la sexualidad femenina estuvo reprimida socialmente debido al machismo ideológico dominante. Sin embargo, los movimientos de liberación femeninos del siglo XX han conseguido el reconocimiento sexual en condiciones similares a las del varón.
Desde el punto de vista médico y psicológico, cada día resulta más diáfano que la sexualidad es un componente esencial para el equilibrio personal. Los seres humanos deben abordarla sin complejos, aunque acompañada de una información objetiva que les permita ejercer libre y responsablemente su conducta sexual, siempre que esa libertad tenga como límite el respeto a los demás. La reivindicación de una sexualidad como fuente de placer y equilibrio psíquico, que vaya más allá de la simple reproducción biológica, es uno de los signos distintivos de las sociedades desarrolladas en las últimas décadas. El oscurantismo ideológico y moral que rodeó antiguamente a la sexualidad no ha desaparecido del todo, pero los avances de la ciencia, e incluso de la, propia reflexión ética, han puesto en entredicho muchos de los tabúes que lastraron la sexualidad humana durante siglos.
4.3. TRASTORNOS PSICO-SEXUALES.
¿Qué es normal y anormal en la sexualidad? En las personas la conducta sexual está condicionada por factores genéticos, hormonales, culturales, éticos, geográficos, religiosos, educativos, etc. En este terreno es muy difícil establecer una frontera objetiva entre la normalidad y la anormalidad. En lo que respecta a conductas sexuales hay diferentes valoraciones: a nivel sociológico son anormales aquellas conductas que difieren de las conductas aceptadas socialmente; a nivel médico son anormales las conductas poco naturales e insanas. La psicología sexológica considera sexualmente anormal todo lo que atenta contra la libertad de las personas exigiendo el sometimiento del otro, o lo que al individuo le produce sensación de culpa, angustia o depresión.
En el desarrollo sexual de una persona tenemos que analizar: la identidad sexual, que es la conciencia que cada ser tiene de ser hombre o mujer, el papel sexual, que es la forma de comportarse ante los demás como hombre o mujer, y la orientación sexual, que es el objeto que nos provoca el deseo sexual (hombres, mujeres). También hay que analizar las cuatro fases de la función sexual: el deseo, la excitación ante el objeto del deseo, el orgasmo o descarga de esa excitación, y la resolución o recuperación del organismo a la fase previa, a la excitación. La falta de educación sexual adecuada origina creencias falsas y conflictos internos, que alimentan una mitología sexual que nos empobrece como personas.
• El hombre siempre quiere y debe estar preparado para la relación sexual. • El hombre es quien debe tomar la iniciativa sexual, si lo hace la mujer, es inmoral o prostituta. • Lo más importante de la relación sexual es la penetración y el orgasmo. • Una vez que el hombre está excitado y en erección ya no puede controlarse y se ha de consumar el acto. • Hablar de los problemas sexuales quita espontaneidad al sexo. • Una vez iniciado, el contacto sexual debe acabar en coito y en orgasmo. • El hombre no debe mostrar delicadeza y sentimiento en la relación sexual; a la mujer le gusta ser sometida. • Todo hombre debe saber dar placer a una mujer. • La mujer no tiene problemas sexuales si el hombre es un experto. • La relación sólo es buena cuando ambos llegan simultáneamente al orgasmo. • Cuando hay amor no hay problemas sexuales. • La masturbación es un vicio que perjudica a la salud y a la capacidad procreativa. • No hay impotencia ante una mujer atractiva. • No se deben tener fantasías sexuales durante la relación con la persona amada. • La carencia de atractivo físico anula la sexualidad. • Quien se niega a tener una relación sexual es un reprimido. • La mujer disfruta más cuando mayor es el órgano sexual masculino.
Siguiendo con la clasificación del los manuales DSM N y CIE 10, definiremos algunos de los trastornos psico-sexuales más frecuentes:
A) PARAFILIAS: son comportamientos sexuales compulsivos. Antes eran conocidas como perversiones sexuales. Originalmente la palabra "perversión" significaba todo comportamiento humano contrario a las normas sociales existentes. • Zoofilia: es aquella desviación de la atracción sexual, en la que el individuo obtiene la excitación de forma preferente o exclusiva con animales. • Exhibicionismo: la persona siente excitación ante la exposición de los propios genitales a un extraño que no lo espera. El exhibicionista no intenta mantener contacto directo con la persona, se limita a exhibirse y en algunos casos a masturbarse en ese acto. El desorden suele manifestarse alrededor de los veinte años, y suele decrecer después de los cuarenta. • Voyeurismo: viene de la palabra francesa voyeur (mirón). Consiste en obtener excitación y placer sexual al observar ocultamente a personas desnudas, desnudándose o que se encuentran en plena actividad sexual. No hace intentos de relación con las personas observadas. Suele tratarse de personas tímidas que no reconocen que esto sea en modo alguno un tipo de trastorno. • Fetichismo: es un desorden sexual en el que la persona consigue la excitación sexual a través del estímulo con un objeto (fetiche). Los objetos fetiche más frecuentes son la ropa interior, los zapatos o los adornos de mujer. La mayoría de veces este trastorno se produce en hombres, como en el resto de parafilias. • Frotteurismo: son aquellos comportamientos ligados al hecho de tocar y rozar a una persona en contra de su voluntad. Normalmente se produce en hombres que obtienen el placer sexual frotando sus órganos sexuales primarios contra el cuerpo de una mujer. • Pedofilia: la persona tiene fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales o comportamientos que implican actividad sexual con niños prepúberes o niños algo mayores (generalmente de 13 años o menos). Estas fantasías, los impulsos sexuales o los comportamientos pueden ser hacia niños o hacia niñas; estos últimos son más frecuentes. • Masoquismo sexual: son impulsos sexuales o comportamientos que implican el hecho (real, no simulado) de ser humillado, pegado, atado o cualquier otra forma de sufrimiento. • Sadismo sexual: la persona consigue la excitación sexual con comportamientos que implican actos (reales, no simulados) en los que el sufrimiento psicológico o físico (incluyendo la humillación) de la pareja/víctima es sexualmente excitante para el individuo.
B) TRASTORNOS DE LA IDENTIDAD SEXUAL. • Transexualismo: en este trastorno de la identidad sexual se da una identificación con el sexo opuesto, acompañada de malestar con el sexo anatómico propio y deseos de someterse a tratamientos quirúrgicos y hormonales para parecerse al sexo deseado. Un hombre transexual no sería homosexual, ya que si le atraen otros hombres es porque se considera mujer.
C) TRASTORNOS PSICOLÓGICOS Y DEL COMPORTAMIENTO DEL DESARROLLO Y ORIENTACIÓN SEXUALES [tal y como se indica en el CIE-10, la orientación sexual en sí misma (heterosexualidad, homosexualidad y bisexualidad) no se considera un trastorno]. • Trastorno de la maduración sexual: la persona siente ansiedad o depresión porque no tiene clara su identidad genérica u orientación sexual. Es frecuente en la adolescencia si no se está seguro de si la orientación sexual es homosexual, heterosexual o bisexual. También sucede a individuos que después de una etapa de orientación sexual aparentemente estable, sienten que su orientación sexual está cambiando. • Orientación sexual egodistónica: la preferencia sexual no se pone en duda, pero a causa de trastornos psicógenos o comportamentales, se desea que fuese diferente, lo que puede llevar a la persona a buscar un tratamiento.
D) TRASTORNOS DEL DESEO SEXUAL. • Deseo sexual hipoactivo: consiste en una disminución (o ausencia) de fantasías
y deseos de actividad sexual de forma persistente o recurrente. la valoración de deficiencia o ausencia debe ser efectuado por un experto, teniendo en cuenta factores como la edad, el sexo y el contexto de la vida del individuo, que afectan a la actividad sexual. El trastorno provoca malestar acusado o dificultades de relación interpersonal. • Aversión al sexo: la persona sufre una aversión extrema y persistente a todos (o prácticamente todos) los contactos sexuales genitales con una pareja sexual.
E) TRASTORNOS DE LA EXCITACIÓN SEXUAL. • Excitación sexual inhibida en la mujer.
- Frigidez: consiste en el fracaso en la obtención de la respuesta fisiológica normal durante el acto sexual. • Excitación sexual inhibida en el hombre.
- Impotencia: falla la obtención de la respuesta fisiológica normal durante el acto sexual con ausencia del reflejo de erección.
F) TRASTORNOS DEL ORGASMO. • Orgasmo femenino inhibido: ausencia o retraso persistente o recurrente del orgasmo tras una fase de excitación sexual normal. • Orgasmo masculino inhibido: es la ausencia o retraso persistente o recurrente del orgasmo, tras una fase de excitación sexual normal, en el transcurso de una relación sexual normal. • Eyaculación precoz: eyaculación persistente o recurrente en respuesta a una estimulación sexual mínima, antes, durante o poco tiempo después de la penetración, y antes de que la persona lo desee.
G) TRASTORNOS SEXUALES POR DOLOR. • Dispareunia: dolor genital recurrente o persistente asociado a la relación sexual, como por ejemplo en la penetración. Este trastorno puede ser de origen orgánico (inflamación o infección genital) o sexológico, la causa más común de este dolor genital es debido a una excitación inadecuada, por lo cual, al no producirse la lubricación, la penetración resulta dolorosa.
• Vaginismo: se produce por la contracción involuntaria de la musculatura del tercio externo de la vagina, que impide o perturba el coito.
«PATOLOGíA Y NORMALIDAD. Muchos de los llamados desórdenes psicosexuales sólo lo son si alcanzan un nivel patológico, es decir, si el sujeto los vive como única forma de alcanzar la excitación sexual. Sin embargo, si somos capaces de controlarlos, pueden ser elementos potenciadores de la relación sexual. Por ejemplo, en cierta medida casi todas las personas son fetichistas, ya que determinadas prendas excitan su deseo; en bastantes relaciones sexuales se dan fenómenos controlados de exhibicionismo; la visión de la persona deseada aumenta las fantasías y el placer, etc.»



