
El corazón late. Late tan fuerte dentro de tu pecho que no sabes si es real o es un sueño. Necesitas aire, te ahogas. La velocidad de tu organismo no corresponde con la serenidad de tu apariencia. ¿Qué está pasando? Dime, ¿qué coño está pasando? «Es un sueño –te repites–, no puede ser ahora, no puede ser aquí.» Crees estar fuera, porque no eres tú quien lo vive, parece tu cuerpo, pero no, no eres tú. No pensabas que te fuera a dar, y menos así. La frustración que sientes sólo lo incrementa porque no puedes pararlo. Crees ser capaz, o que después de tantas veces ya te deberías haber acostumbrado. Pero no. Nunca parece suficiente. Todo lo que hagas es en vano. Esa lucha interna, la lucha que te está derrotando, la que te pisotea, infravalora y destroza; te desgarra cada vez con más fuerza, puedes sentirla. Y ella te siente a ti.